Tal vez
todo sea apenas una
confesión;
las escrituras, los martirios
(testimonios),
la reedición de la pasión
que
retumba en cada texto, como la
voz de
nuestra historia puesta en esa
piel que
no es otra que la de un
espeso
espejo que refleja el esfuerzo
de poner
en materia lo intangible.
Tal vez
un oficio afanoso de tentar
a la
imagen con el infinito mediante
algún
rito de multiplicación y ponerse
a la
búsqueda de un todo perdido,
sabiendo
que no hay encuentro
posible
y sostener esa imposibilidad
con la
persistencia.
Tal vez
no exista, tal vez sea sólo
un
objeto de proyección, un lugar
donde
instalar las formas de la propia
memoria
para que desde allí nos
observen
y piadosamente nos liberen.
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HISTORIA
DE UNA PASION
Los blancos lacerados,
Luz
cautiva que rechaza el descanso de la noche;
símbolo
pétreo de óleo construido
con
huellas de pincel
y
llanto.
Vía
Crucis profano y aterido;
un
expulsar de sí al espanto.
Horacio
Safons
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ENTREVISTA A FERNANDO FAZZOLARI
por Jorge Glusberg
¿Cuales
son los elementos particulares que los llevan a dar su mensaje?
El otra día buscaba una palabra
para definir el hilo conductor de mi obra y hallé “argumento”, vinculándola
sustancialmente a la argumentación interna: sobre cuáles acordes de mi vida
resuena la obra. Estoy casi convencido que con mayor o menor amplitud de
imágenes todo creador circula por su obra ejecutando la misma canción, exponiendo el mismo argumento, aludiendo a su
propia existencia a las formas de sus sombras y las proyecciones entrecortadas
de sí mismo, tratando de rearmar ese espejo roto por los titanes, hasta
completar a lo largo de su vida-tarea una imagen de sí perdida, imprecisa y
lábil. Supone que puede hacerlo por medio de algún rito – como en este caso la
pintura – e intenta recomponer esa imagen aún sabiendo que a ese estadio nunca
se llega pero sostiene esa imposibilidad con la persistencia.
De aquí que el punto más característico de
mi obra sería la escena, aquella donde lo representado intenta coincidir con el
mismo y uno puede trasladarse a la obra y desaparecer en ella, incorporarse a
la pintura, como en el caso de Wang Fo, donde se da el fenómeno en el cual la
pintura existe solo cuando desaparece de la escena del taller la sombra del
pintor.
En, fin esta teatralidad de las
emociones puestas en un relato pictórico podrían ser el argumento de la obra
pero aún así habría definido solo el ámbito del drama, faltaría decir cuál es
el tema, la propia argumentación, creo que todas las formas de mis obras están
referidas de alguna manera a los mitos, a las preocupaciones clásicas, a los
viejos y últimos temas del corazón que se nos repiten obsesivamente desde el
fondo de la historia y nos encadenan al destino del hombre y de las formas con
que ha representado los interrogantes de su existencia. En ese camino no puedo
sentirme solo.
¿Dónde
se ubicaría entra las tendencias del
arte actual, sin que esta pregunta implique una caracterización
definitiva?
Decía
recién que no me siento solo en el camino de la representación y estaba
refiriéndome a una sociedad histórica, creo que puedo inscribirme en una de las
grandes cadenas de la pintura donde uno no se ubica sino que deviene pintor y
deviene en su recorrido de la forma que se instala a lo largo del tiempo dentro
de un espectro de pintura vinculada a la representación del hombre y su
condición existencial, a su libertad, a su furia y a su pena. Me gustaría
hablar del expresionismo y sus formas actuales, del enojo, de la protesta, de
la insolencia y de la descarnada exposición de la carne que por dolorosa se
oculta y de todo aquello que tan bien define Julia Kristeva cuando dice:
"cómo hacer visible lo que no es visible debido a que ningún código,
convención, contrato o Identidad lo soporta”.
Pero en
lugar de todo ello aparece la imagen del Adán y Eva expulsados del paraíso de
Masaccio, es a partir de esa obra donde me inscribo en la pintura, porque allí
me reconozco, en la expulsión, en la soledad, en la conciencia del paraíso
perdido, en esa completud que no retornará más que en las formas de la fantasía
y a las que creo aludiré siempre: la falta, el deseo v la vocación de
representar las sombras que produce el pensamiento.
¿Cómo va
los años ochenta y qué piensa pasará en los noventa?
Los
últimos años crearon un clima de revalorización de la pintura, una pintura
ritual, es decir con mucha carga de energía, una pintura cercana al exorcismo
por lo tanto de muy alta significación, una obra preocupada, viva que se
mantuvo latente durante muchos años y que aún bajo ciertos instrumentos de la
catarsis su realización se ha constituido como un cuerpo de arte muy potente en
contraposición al desgano sufrido por la pintura de la década anterior, quizá
signada por el deseo de horizonte y la posterior frustración.
En los
ochenta se quiebra el horizonte único, el sueño social reparador como forma del
bienestar y aparecen los pequeños proyectos privados.
Así
hasta los años setenta, uno se ubicaba arriba de un gran plano sostenido por
cuatro tortugas, hoy la realidad se nos presenta quebrada, como si nuestra
existencia se desarrollara sobre un mosaico de planos sostenido por infinitos
grupos de cuatro tortugas, la perspectiva rota, una tendencia a la dispersión y
a lo efímero, la vigencia de una desintegración y el imperio del proyecto
breve.
¿Cómo
incluye la teoría en su obra?
La
poesía, que al decir de Pierre Jean Jouve "es un alma inaugurando una
forma", y la música acompañan mi obra quizás más que la teoría.
Es
increíble la fuerza, la atracción que ejercen los poetas sobre mi estado de
creación, compañeros inseparables de la imagen porque avanzan sobre los
mecanismos de la ideación con una potencia inusual, los poetas saben de qué se
trata, son en general filósofos de anticipación y concurren generosamente al
pensamiento actual.
No
obstante entiendo que la teoría adopta a un estado de reconocimiento o
interrogación sobre la obra. Pero tanto la teoría, como la búsqueda curiosa e
interesada de cualquier artista de nuestro medio amparan, más allá de su
voluntad, bajo el cielo que provee la filosofía actual, se apoyan en el
pensamiento de nuestro tiempo, que afortunadamente, no se detiene en un tópico
particular propio de la verticalidad de los tiempos modernos ni de los
racionalismos mesiánicos.
Hoy el
pensar transcurre por diferentes áreas, se interconecta, es multidisciplinario
y analogiza, une conocimientos horizontalmente provee una visión muy nutrida
del mundo actual, casi una forma hotica pero necesariamente incompleta y
carente: una ilustración inalcanzable.
¿Qué
artista o artistas argentinos le interesan? ¿Por qué?
Uno
cambia con el tiempo, ahora estoy pensando en la épica horizontal de Cándido
López, sus batallas, supuestamente descriptivas pero que transpongo a otras
dimensiones del ser: en esa ingenua narración de geografías y ejércitos podemos
observar raras luchas, otros relatos, hasta algún cuadro vivo, esa infinidad de
modelos que Gulliver dispone para el asfalto final del alma. Me hubiera gustado
saber qué, pensaba este hombre manco, donde estaba su trazo, dónde quedó la
habilidad, ese poder preciso y siniestro de la eficiencia. Me interesa también
torpeza de medios, hasta en la simulación de la misma que utiliza Luis Felipe
Noé en sus obras. En ese pintar que quizá se apoya en la necesidad de prioritar
la idea sobre la realización en un sentido donde la idea está siempre por
encima del oficio o por lo menos de un oficio vacío y huérfano de sentido.
Al mismo
tiempo me detengo en el Hlito quién dio a su obra un sentido y una representación
genuina y convencida dentro de la cual imagino convive rodeado de cierta dosis
de sabiduría y severo placer.
¿Qué
artista o artistas internacionales le interesan?. ¿Por qué?
Masaccio
por lo dicho, Caravaggio por lo sugerido, Ensor por lo fotográfico, Sourtine
por el paisaje, Picasso por la mirada, Goya por el silencio, Van Gogh por la
literatura, Monet por el sol, Blake por la luna, Kienholz por el realismo,
Clemente por lo contemporáneo, Tamayo por la cercanía, Hooper por el sueño
americano, Matisse por la pintura, Bonnard por la primavera, Bouchard por el
más glorioso traste de la pintura mundial, Velázquez por Mallarmé, Cezanne por
Rilke, Walt Disney por Pink Floyd y Hokusai por Mishima.
¿Qué
expectativas tiene en el plano internacional? ¿Por qué?
¿Cuál es
para usted el papel del crítico?
¿Cuál es
la función del galerista?
¿Piensa
que es posible un circuito latinoamericano de arte?
En
realidad valdría la pena unir todas estas preguntas ya que están
sustancialmente interconectadas y son una cadena de consecuencias. Difícilmente
se puedan tener expectativas serias en el plano internacional si localmente no
llegamos a institucionalizar un mercado de arte. Sería imprescindible promover
una discusión acerca del papel de artista, del crítico y el galerista en este
medio. Saber que roles le caben a cada uno y cuáles son las áreas de
intercambio para trabajos en común para constituir un circuito de arte local.
Darle un
sentido global a la actividad con la concurrencia de todas partes interesadas:
la obra, la teoría y la confianza
económica que constituyen la triada que permite la puesta en valor del objeto
de arte.
A partir
de este acuerdo básico de destino (poner en valor la obra de arte) es necesario
integrarse regionalmente para reforzar continentalmente el trabajo efectuado y
conocerse y reconocerse en este primer medio común con los colegas de los
países latinoamericanos y desde esta plataforma tratar de colocar e imponer
obras y estéticas propias en el mercado internacional, fortalecidos,
enriquecidos por nuestra gestión local y regional. Otro esquema me resulta
mágico en lo individualista o ilusorio en la ingenuidad.
Si la
integración local y regional no puede darse conformémonos con una actividad
marginal, en un mercado marginal, realizada por marginales, marginados incluso
de la cultura marginal.
Jorge Glusberg
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PARA UNA
PASION ARGENTINA
En un
tono casi metafísico, la muestra del pintor Fernando Fazzolari (1949), reúne
sus últimas obras bajo un título inquietante: Historia de una pasión.
La idea
de la pasión se transforma en la historia que tejen ciertos objetos tomados de
la iconografía religiosa tradicional y que remiten inevitablemente al texto
bíblico. No obstante lo unívoco y emblemático del tema, hay un trabajo
alrededor de la pasión, en varios sentidos.
La
pasión como dolor y padecimiento se presenta en los objetos punzantes que
recorren varios cuadros en forma de clavos (de a tres, obviamente) y ramas
espinosas. De manera persistente, estos trazos agudos dejan sus huellas:
heridas, rasgaduras, líneas atravesadas y brillantes, a veces violáceas o
rojizas, que se cruzan como hilos de sangre sobre planos tenues, mientras la
materia se exhibe con trazos gruesos y densos empastes.
Toda
pasión acarrea algún desequilibrio. En esta muestra, Fazzolari maneja una
economía del espacio casi paradójica: en los cuadros diminutos, en cambio, los
colore soy la representación saturan el espacio y funcionan como planos
generales.
Un grupo
de ramas con espinas, apoyadas en un rincón de la sala, refuerzan su carácter
simbólico de manera tal vez insistente, aunque tomándolas como auténticas
reliquias, se constituyen en la clave y contraseña de la muestra.
Otro de
los tratamientos de la pasión es su contraposición con el movimiento: una
serpiente se curva, suspendida, de modo circular sobre la misma y encierra en
su centro un abanico abierto: despliegue y cierre, un nuevo contraste.
Hay,
también, una pasión como ansia, que se traduce en lo que Fazzolari llama “el
esfuerzo de poner en materia lo intangible”. En este sentido, el pintor busca
con vehemencia ubicar la pintura en el límite entre lo material y lo
inmaterial, como una forma de representación de las ideas. Y esto le sirve como
punto de partida, no tanto para contar una historia, sino para pintar su pasión
por la pintura.
Fabián
Lebenglik
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FAZZOLARI
ALCANZA EL TONO PASIONAL
Hasta el
23 de setiembre en la galería de arte Alvaro Castagnino, Fernando Fazzolari
presenta un singular conjunto de óleos. Sus anteriores puestas en escena eran
narraciones personales breves, eufóricas de color y sentido del espectáculo,
donde la ternura y el drama convivían además de representar proyecciones
originales y metafóricas. Ahora, en cambio nos revela la intensidad de una
pasión que ha decidido suprimir el escenario ya no representa. Se presenta en
un espacio compacto que no exhibe simultaneidades, entradas o salidas,
separaciones o sugerencias, sino nuevos espacios que actúan como planos
frontales y que sostienen la potencia de su discurso apasionado. El color ya no
es la notación de la potencia expresiva, ni una estructura más de la
composición: ahora Fazzolari da un papel protagonico al tono llevándolo a un
grado muy sugestivo, para hacer más contundente (en términos de densidad) la
discreta presencia del color. Discreta, porque aparece particularizada y con
acentos, como trozos que despuntan en la superficie.
Lo
simbólico irrumpe como un dintel que señala otro territorio y el término pasión
usado por el artista (la muestra se llama “Historia de una pasión”) es más que
apropiado: hay una emoción solemne, que tiene caracteres casi místicos:
registros místicos, imágenes casi elementales, con un oficio de poner lo
simbólico en su expresión básica para que el observador lo identifique con su
propia memoria.
Fazzolari
representaba espacialmente distintos gestos dramáticos, a partir de narraciones
distintas, a veces explícitos, pero en estas telas casi se siente la oración.
Lo místico no se hace patente sólo por las espinas decapitadas, los clavos, la
serpiente que muerde su cola, un monte de olivo fragmentado en rectángulos
dispersos y en expansión; se impone por una decantación rigurosa de la imagen,
que ahora es monacal, casi autoflagelante. En esta muestra aflora la pasión en
sentido religioso donde antes estaba el sentido herido, la ternura.
Sin
abandonar la elegancia del oficio, al contrario, acentuándola con un lujo de
recursos claros, directos y audaces, Fernando Fazzolari ha producido una nueva
manera de mirar las cosas, o quizás lo correcto seria decir, una nueva manera
de que las cosas lo miren. Porque se expone ante su propia memoria: el mismo lo
dice con palabras: “Tal vez no exista, tal vez sea sólo un objeto de
proyección, un lugar donde instalar la formas de la propia memoria para que
desde allí nos observen y piadosamente nos liberen”.
Esta
manera de instalarlas, le otorga una vibración peculiar a su obra: sus telas
adquieren una dinámica propia, nos gustaría decir una dinámica de la
inmovilidad. Porque en su existir, algo se conmueve, algún corazón sufre,
ciertos hechos se perdieron en el juego existencial de la pasión.
Fazzolari
al dejar de expresar el sentimiento de lo trágico a través de la violencia del
color, lo hace ahora con los recursos refinados de la luz; la componente
expresionista que había antes en su pintura, desaparece y se amalgaman la
intuición poética, el sentido de lo sagrado, y la esperanza de la pasión.
Jorge
Glusberg
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Alejado
de la pintura durante nueve años, Fernando Fazzolari irrumpe en 1982 con una
vasta capacidad narrativa y un inagotable imaginario. Las formas de sus
personajes y los elementos que constituyen sus escenas, tienen rasgos
espectrales y jamás terminan de afirmarse en lugar alguno. Irónico y sensual,
puede también ser austero y recatado, como en su serie Historia de una pasión.
Pero siempre es, ante todo, el artista que se adentra en su obra para
reconocerse en ella y reconocer a sus semejantes, al mundo y quizás al arte
mismo.
Jorge Glusberg
Del
Informalismo a la Figuración Crítica
Centro
de Arte y Comunicación l992