Fernando Fazzolari

Exposiciones

Historia de una Pasión

Galería Álvaro Castagnino

1989

 
Tal vez todo sea apenas una

confesión; las escrituras, los martirios

(testimonios), la reedición de la pasión

que retumba en cada texto, como la

voz de nuestra historia puesta en esa

piel que no es otra que la de un

espeso espejo que refleja el esfuerzo

de poner en materia lo intangible.

 

 

Tal vez un oficio afanoso de tentar

a la imagen con el infinito mediante

algún rito de multiplicación y ponerse

a la búsqueda de un todo perdido,

sabiendo que no hay encuentro

posible y sostener esa imposibilidad

con la persistencia.

 

 

Tal vez no exista, tal vez sea sólo

un objeto de proyección, un lugar

donde instalar las formas de la propia

memoria para que desde allí nos

observen y piadosamente nos liberen.

 

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HISTORIA DE UNA PASION

 

 Los blancos lacerados,

Luz cautiva que rechaza el descanso de la noche;

símbolo pétreo de óleo construido

con huellas de pincel

y llanto.

 

Vía Crucis profano y aterido;

un expulsar de sí al espanto.

 

Horacio Safons

 

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ENTREVISTA A FERNANDO FAZZOLARI

 

por Jorge Glusberg

 

 

¿Cuales son los elementos particulares que los llevan a dar su mensaje?

 

            El otra día buscaba una palabra para definir el hilo conductor de mi obra y hallé “argumento”, vinculándola sustancialmente a la argumentación interna: sobre cuáles acordes de mi vida resuena la obra. Estoy casi convencido que con mayor o menor amplitud de imágenes todo creador circula por su obra ejecutando la misma canción,  exponiendo el mismo argumento, aludiendo a su propia existencia a las formas de sus sombras y las proyecciones entrecortadas de sí mismo, tratando de rearmar ese espejo roto por los titanes, hasta completar a lo largo de su vida-tarea una imagen de sí perdida, imprecisa y lábil. Supone que puede hacerlo por medio de algún rito – como en este caso la pintura – e intenta recomponer esa imagen aún sabiendo que a ese estadio nunca se llega pero sostiene esa imposibilidad con la persistencia.

 

            De aquí que el punto más característico de mi obra sería la escena, aquella donde lo representado intenta coincidir con el mismo y uno puede trasladarse a la obra y desaparecer en ella, incorporarse a la pintura, como en el caso de Wang Fo, donde se da el fenómeno en el cual la pintura existe solo cuando desaparece de la escena del taller la sombra del pintor.

 

            En, fin esta teatralidad de las emociones puestas en un relato pictórico podrían ser el argumento de la obra pero aún así habría definido solo el ámbito del drama, faltaría decir cuál es el tema, la propia argumentación, creo que todas las formas de mis obras están referidas de alguna manera a los mitos, a las preocupaciones clásicas, a los viejos y últimos temas del corazón que se nos repiten obsesivamente desde el fondo de la historia y nos encadenan al destino del hombre y de las formas con que ha representado los interrogantes de su existencia. En ese camino no puedo sentirme solo.

 

 

 

¿Dónde se ubicaría  entra las tendencias del arte actual, sin que esta pregunta implique una caracterización definitiva? 

 

Decía recién que no me siento solo en el camino de la representación y estaba refiriéndome a una sociedad histórica, creo que puedo inscribirme en una de las grandes cadenas de la pintura donde uno no se ubica sino que deviene pintor y deviene en su recorrido de la forma que se instala a lo largo del tiempo dentro de un espectro de pintura vinculada a la representación del hombre y su condición existencial, a su libertad, a su furia y a su pena. Me gustaría hablar del expresionismo y sus formas actuales, del enojo, de la protesta, de la insolencia y de la descarnada exposición de la carne que por dolorosa se oculta y de todo aquello que tan bien define Julia Kristeva cuando dice: "cómo hacer visible lo que no es visible debido a que ningún código, convención, contrato o Identidad lo soporta”.

 

Pero en lugar de todo ello aparece la imagen del Adán y Eva expulsados del paraíso de Masaccio, es a partir de esa obra donde me inscribo en la pintura, porque allí me reconozco, en la expulsión, en la soledad, en la conciencia del paraíso perdido, en esa completud que no retornará más que en las formas de la fantasía y a las que creo aludiré siempre: la falta, el deseo v la vocación de representar las sombras que produce el pensamiento.

 

 

 

¿Cómo va los años ochenta y qué piensa pasará en los noventa?

 

Los últimos años crearon un clima de revalorización de la pintura, una pintura ritual, es decir con mucha carga de energía, una pintura cercana al exorcismo por lo tanto de muy alta significación, una obra preocupada, viva que se mantuvo latente durante muchos años y que aún bajo ciertos instrumentos de la catarsis su realización se ha constituido como un cuerpo de arte muy potente en contraposición al desgano sufrido por la pintura de la década anterior, quizá signada por el deseo de horizonte y la posterior frustración.

 

En los ochenta se quiebra el horizonte único, el sueño social reparador como forma del bienestar y aparecen los pequeños proyectos privados.

 

Así hasta los años setenta, uno se ubicaba arriba de un gran plano sostenido por cuatro tortugas, hoy la realidad se nos presenta quebrada, como si nuestra existencia se desarrollara sobre un mosaico de planos sostenido por infinitos grupos de cuatro tortugas, la perspectiva rota, una tendencia a la dispersión y a lo efímero, la vigencia de una desintegración y el imperio del proyecto breve.

 

 

¿Cómo incluye la teoría en su obra? 

 

La poesía, que al decir de Pierre Jean Jouve "es un alma inaugurando una forma", y la música acompañan mi obra quizás más que la teoría.

 

Es increíble la fuerza, la atracción que ejercen los poetas sobre mi estado de creación, compañeros inseparables de la imagen porque avanzan sobre los mecanismos de la ideación con una potencia inusual, los poetas saben de qué se trata, son en general filósofos de anticipación y concurren generosamente al pensamiento actual.

 

No obstante entiendo que la teoría adopta a un estado de reconocimiento o interrogación sobre la obra. Pero tanto la teoría, como la búsqueda curiosa e interesada de cualquier artista de nuestro medio amparan, más allá de su voluntad, bajo el cielo que provee la filosofía actual, se apoyan en el pensamiento de nuestro tiempo, que afortunadamente, no se detiene en un tópico particular propio de la verticalidad de los tiempos modernos ni de los racionalismos mesiánicos.

 

Hoy el pensar transcurre por diferentes áreas, se interconecta, es multidisciplinario y analogiza, une conocimientos horizontalmente provee una visión muy nutrida del mundo actual, casi una forma hotica pero necesariamente incompleta y carente: una ilustración inalcanzable.

 

 

¿Qué artista o artistas argentinos le interesan? ¿Por qué?

 

Uno cambia con el tiempo, ahora estoy pensando en la épica horizontal de Cándido López, sus batallas, supuestamente descriptivas pero que transpongo a otras dimensiones del ser: en esa ingenua narración de geografías y ejércitos podemos observar raras luchas, otros relatos, hasta algún cuadro vivo, esa infinidad de modelos que Gulliver dispone para el asfalto final del alma. Me hubiera gustado saber qué, pensaba este hombre manco, donde estaba su trazo, dónde quedó la habilidad, ese poder preciso y siniestro de la eficiencia. Me interesa también torpeza de medios, hasta en la simulación de la misma que utiliza Luis Felipe Noé en sus obras. En ese pintar que quizá se apoya en la necesidad de prioritar la idea sobre la realización en un sentido donde la idea está siempre por encima del oficio o por lo menos de un oficio vacío y huérfano de sentido.

 

Al mismo tiempo me detengo en el Hlito quién dio a su obra un sentido y una representación genuina y convencida dentro de la cual imagino convive rodeado de cierta dosis de sabiduría y severo placer.

 

 

¿Qué artista o artistas internacionales le interesan?. ¿Por qué?

 

Masaccio por lo dicho, Caravaggio por lo sugerido, Ensor por lo fotográfico, Sourtine por el paisaje, Picasso por la mirada, Goya por el silencio, Van Gogh por la literatura, Monet por el sol, Blake por la luna, Kienholz por el realismo, Clemente por lo contemporáneo, Tamayo por la cercanía, Hooper por el sueño americano, Matisse por la pintura, Bonnard por la primavera, Bouchard por el más glorioso traste de la pintura mundial, Velázquez por Mallarmé, Cezanne por Rilke, Walt Disney por Pink Floyd y Hokusai por Mishima.

 

 

¿Qué expectativas tiene en el plano internacional? ¿Por qué?

 

¿Cuál es para usted el papel del crítico?

 

¿Cuál es la función del galerista?

 

¿Piensa que es posible un circuito latinoamericano de arte? 

 

En realidad valdría la pena unir todas estas preguntas ya que están sustancialmente interconectadas y son una cadena de consecuencias. Difícilmente se puedan tener expectativas serias en el plano internacional si localmente no llegamos a institucionalizar un mercado de arte. Sería imprescindible promover una discusión acerca del papel de artista, del crítico y el galerista en este medio. Saber que roles le caben a cada uno y cuáles son las áreas de intercambio para trabajos en común para constituir un circuito de arte local.

 

Darle un sentido global a la actividad con la concurrencia de todas partes interesadas: la obra,  la teoría y la confianza económica que constituyen la triada que permite la puesta en valor del objeto de arte.

 

A partir de este acuerdo básico de destino (poner en valor la obra de arte) es necesario integrarse regionalmente para reforzar continentalmente el trabajo efectuado y conocerse y reconocerse en este primer medio común con los colegas de los países latinoamericanos y desde esta plataforma tratar de colocar e imponer obras y estéticas propias en el mercado internacional, fortalecidos, enriquecidos por nuestra gestión local y regional. Otro esquema me resulta mágico en lo individualista o ilusorio en la ingenuidad.

 

Si la integración local y regional no puede darse conformémonos con una actividad marginal, en un mercado marginal, realizada por marginales, marginados incluso de la cultura marginal.

 

 Jorge Glusberg

 

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PARA UNA PASION ARGENTINA

 

En un tono casi metafísico, la muestra del pintor Fernando Fazzolari (1949), reúne sus últimas obras bajo un título inquietante: Historia de una pasión.

 

La idea de la pasión se transforma en la historia que tejen ciertos objetos tomados de la iconografía religiosa tradicional y que remiten inevitablemente al texto bíblico. No obstante lo unívoco y emblemático del tema, hay un trabajo alrededor de la pasión, en varios sentidos.

 

La pasión como dolor y padecimiento se presenta en los objetos punzantes que recorren varios cuadros en forma de clavos (de a tres, obviamente) y ramas espinosas. De manera persistente, estos trazos agudos dejan sus huellas: heridas, rasgaduras, líneas atravesadas y brillantes, a veces violáceas o rojizas, que se cruzan como hilos de sangre sobre planos tenues, mientras la materia se exhibe con trazos gruesos y densos empastes.

 

Toda pasión acarrea algún desequilibrio. En esta muestra, Fazzolari maneja una economía del espacio casi paradójica: en los cuadros diminutos, en cambio, los colore soy la representación saturan el espacio y funcionan como planos generales.

 

Un grupo de ramas con espinas, apoyadas en un rincón de la sala, refuerzan su carácter simbólico de manera tal vez insistente, aunque tomándolas como auténticas reliquias, se constituyen en la clave y contraseña de la muestra.

 

Otro de los tratamientos de la pasión es su contraposición con el movimiento: una serpiente se curva, suspendida, de modo circular sobre la misma y encierra en su centro un abanico abierto: despliegue y cierre, un nuevo contraste.

 

Hay, también, una pasión como ansia, que se traduce en lo que Fazzolari llama “el esfuerzo de poner en materia lo intangible”. En este sentido, el pintor busca con vehemencia ubicar la pintura en el límite entre lo material y lo inmaterial, como una forma de representación de las ideas. Y esto le sirve como punto de partida, no tanto para contar una historia, sino para pintar su pasión por la pintura.

 

Fabián Lebenglik

 

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FAZZOLARI ALCANZA EL TONO PASIONAL

 

Hasta el 23 de setiembre en la galería de arte Alvaro Castagnino, Fernando Fazzolari presenta un singular conjunto de óleos. Sus anteriores puestas en escena eran narraciones personales breves, eufóricas de color y sentido del espectáculo, donde la ternura y el drama convivían además de representar proyecciones originales y metafóricas. Ahora, en cambio nos revela la intensidad de una pasión que ha decidido suprimir el escenario ya no representa. Se presenta en un espacio compacto que no exhibe simultaneidades, entradas o salidas, separaciones o sugerencias, sino nuevos espacios que actúan como planos frontales y que sostienen la potencia de su discurso apasionado. El color ya no es la notación de la potencia expresiva, ni una estructura más de la composición: ahora Fazzolari da un papel protagonico al tono llevándolo a un grado muy sugestivo, para hacer más contundente (en términos de densidad) la discreta presencia del color. Discreta, porque aparece particularizada y con acentos, como trozos que despuntan en la superficie.

 

Lo simbólico irrumpe como un dintel que señala otro territorio y el término pasión usado por el artista (la muestra se llama “Historia de una pasión”) es más que apropiado: hay una emoción solemne, que tiene caracteres casi místicos: registros místicos, imágenes casi elementales, con un oficio de poner lo simbólico en su expresión básica para que el observador lo identifique con su propia memoria.

 

Fazzolari representaba espacialmente distintos gestos dramáticos, a partir de narraciones distintas, a veces explícitos, pero en estas telas casi se siente la oración. Lo místico no se hace patente sólo por las espinas decapitadas, los clavos, la serpiente que muerde su cola, un monte de olivo fragmentado en rectángulos dispersos y en expansión; se impone por una decantación rigurosa de la imagen, que ahora es monacal, casi autoflagelante. En esta muestra aflora la pasión en sentido religioso donde antes estaba el sentido herido, la ternura.

 

Sin abandonar la elegancia del oficio, al contrario, acentuándola con un lujo de recursos claros, directos y audaces, Fernando Fazzolari ha producido una nueva manera de mirar las cosas, o quizás lo correcto seria decir, una nueva manera de que las cosas lo miren. Porque se expone ante su propia memoria: el mismo lo dice con palabras: “Tal vez no exista, tal vez sea sólo un objeto de proyección, un lugar donde instalar la formas de la propia memoria para que desde allí nos observen y piadosamente nos liberen”.

 

Esta manera de instalarlas, le otorga una vibración peculiar a su obra: sus telas adquieren una dinámica propia, nos gustaría decir una dinámica de la inmovilidad. Porque en su existir, algo se conmueve, algún corazón sufre, ciertos hechos se perdieron en el juego existencial de la pasión.

 

Fazzolari al dejar de expresar el sentimiento de lo trágico a través de la violencia del color, lo hace ahora con los recursos refinados de la luz; la componente expresionista que había antes en su pintura, desaparece y se amalgaman la intuición poética, el sentido de lo sagrado, y la esperanza de la pasión.

 

Jorge Glusberg

 

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Alejado de la pintura durante nueve años, Fernando Fazzolari irrumpe en 1982 con una vasta capacidad narrativa y un inagotable imaginario. Las formas de sus personajes y los elementos que constituyen sus escenas, tienen rasgos espectrales y jamás terminan de afirmarse en lugar alguno. Irónico y sensual, puede también ser austero y recatado, como en su serie Historia de una pasión. Pero siempre es, ante todo, el artista que se adentra en su obra para reconocerse en ella y reconocer a sus semejantes, al mundo y quizás al arte mismo.

 

 Jorge Glusberg

 

Del Informalismo a la Figuración Crítica

Centro de Arte y Comunicación l992