PROLOGO
Por Bengt
Oldenburg
Cuando el
mostrar se torna demostrar, cuando un discurso silencioso se torna proyección
de ideas, es preciso contrarrestar las ambiciones del pintor con ambiciones
interpretativas. La otra alternativa sería quedarse en la modestia –taimado
revés de la soberbia- o en una indiferencia que reduce la pintura a su
superficie, ignorando el texto subyacente. Saber descifrar la carga de
arquetipos y símbolos que congregan las telas de Fernando Fazzolari es
necesario para disfrutar en su melancolía pasión, de su humor vehemente, de su
sabiduría, en fin, de meticuloso y obsesivo recolector de indicios sobre
nuestra situación.
Ese
caballo, por ejemplo, que arde en sus noches pictóricas, vehículo ctónico,
portador del guerrero –Troya, Bucéfalo, Alvear- o del azar –el Derby de
Kentucky- : no es inocente; nada menos azaroso que su inclusión como referencia
constante. Icaro también, vehículo retórico de la Caída, mito más vigoroso que
cualquier religión específica, testimonio de ese mal paso -¿Edén, Bastilla,
Sarajevo?- que nos alejó del bosque oscuro y sagrado, de ese jardín sin el cual
y en el cual no podemos más vivir.
Bosque
oscuro de velas encendidas –tema también recurrente- como velatorio, acaso, de
ese cielo estrellado con luna que cayó al suelo, se estrelló, a nuestros pies.
O tal vez inversión de lo diurno y lo nocturno, reino ese último de los
colores, recurso del pintor que –si desesperado- nos representa (y representa)
tan sagazmente como el impecable, implacable Fernando Fazzolari.
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PELIGROSO
EQUILIBRIO
Desde un
lenguaje común, un pintor argentino mide los bordes de la moda con un mundo
figurativo lleno de ecos cotidianos.
No es tan chico, Fernando Jorge Fazzolari nació en
Buenos Aires en 1949. Sin embargo, su muestra actual engancha al primer golpe
de ojo con lo mas actual de la pintura, esa especie de transvarguardia
(enganche internacional, modernidad) que dio, al fin de cuentas, una salida
muchos que, apretados por la costumbre de silencio de la dictadura militar, no
sabían como salir de la abstracción decorativa y encontraron la vuelta a las cavernas de la pintura, a pintar como
uno se le cante, contra toda retórica, medio como los chicos.
No tardo
mucho en saberse que esa actitud, cruzada por años de retórica en la que muchos quedan en el camino: la mirada lejana de un
Kuitca, el estilizamiento algo receptivo de López Armentia, aprecian ser, por
ahora, las puntas mas interesantes de esta vuelta al útero.
Todo sirve
para Fazzolari porque ese código de grandes planos mas o menos suaves, de
figurativas primitivamente patéticas es el que plantea en sus cuadros; pero su
vez se inscribe con una marca particular, un mundo figurativo lleno de ecos cotidianos. Ahí están esos caballitos de
madera, evocando una infancia en la que se pudo haber jugado a ser el jinete
del caballo de troya, o uno de los soldados ocultos en el caballito dos opciones pero también
están esas velas tan bien pintadas no por su realismo, sino por su misterio
casi metafísico alineadas en el tamaño justo, invocando algo que acaba de
suceder. Son fuertes: algo pasa en los cuadros de Fazzolari, una soga de
equilibristas los cruza de punta a punta, estableciendo una tensión que será
finalmente explicativa; el equilibrista aparece, por fin, travestido, tal vez
bailando sobre hielo, y tiene tres patas, o algo así, porque otra irritante
virtud de Fazzolari es esa ambigüedad de las pesadillas, de la poesía.
No es
extraño que el heroico caballito de la infancia se balancee, ya relevadas sus
rueditas o la verdad de sus hamacas otra vez la balanza, el equilibrio, el
vértigo termine tal vez arrumbado, oscureciendo por el mundo del circo: la
escalera alta que parece nacer de arriba para clavarse. En el centro de la
pista y esos hombrecitos los artistas que miran el riesgo, desde abajo. En
Fazzolari, la transvarguardia esta pegando la vuelta para este lado, y bien; no
seria un atenuante de sus méritos decir que, en los últimos tiempos, el escultor
Alberto Heredia ha usado los caballitos de juguete para montar héroes que
señalan hacia la oscuridad y Carlos Gorriarena se ha ocupado de instalar, en
algunos de sus trabajos , la escenografía del circo como metáfora de la
sociedad actual. Eso quiere decir que Fazzolari sabe que una cosa son las modas
y otra lo que va a quedar. (Arte Nuevo,
Balcarce 1016, hasta el 16 de Noviembre)
Miguel
Briante
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FAZZOLARI:
LAS DIVINAS MANÍAS.
Con el
título “Estigia Divina Manía”, Fernando Fazzolari exhibió en la Galería Arte
Nuevo sus últimas pinturas, grandes escenas desbordantes de símbolos cuya
características principal e su capacidad perturbadora, no exclusivamente
originada por la oscilación fantasmal de los personajes y sus contextos, sino
porque cada una de ellas, no importa cual sea su carácter, está concebida como
un espectáculo. Un espectáculo por añadidura, en el que las leyes de la física
se han subvertido y los cuerpos celestes
se mudaron de lugar.
Fazzolari
tiene una gran capacidad narrativa y un rico e inagotable imaginario que
despliega en escenarios múltiples: teatrales (en los que despunta el drama),
operísticos (en los que el gesto grandilocuente parodia a los sentimientos) y
titiriteros (donde la algarabía del acontecimiento esta teñida de memoria y
recuerdos). Emerge así un texto que actualiza el problema espacial de la
pintura y que se descifra en la materia, a la cual Fazzolari empasta con
originalidad, lo que le permite hacer vibrar al tono con variados registros.
Las formas
de sus personajes, como la de los elementos que constituyen sus escenas, son
barrocas en su movimiento y deformadas por este. Tanto unos como otros tienen
rasgos espectrales y jamás terminan de afirmarse en lugar alguno. En todo y
sobre todo parece ceñirse la mirada del pintor analizando el suceso como una
pertenencia renuente, moviendo a los personajes hasta llevarlos al borde del
desequilibrio. Es que Fazzolari fuerza la situaciones como una manera de
conferir cierta grandeza a lo que acontece. No son meras escenas humanas, sino
conflictos entre sentimientos arquetípicos. tampoco estos conflictos mantienen
los límites tradicionales, porque no se plantean ni se exhiben en una
determinada realidad, sino en el ámbito de una convención, en este caso: la
escena. Una escena imaginada donde todo es válido y los resultados imprevistos.
Como pintor
de raíz neoexpresionista, Fazzolari acompaña sus telas con ciertos toques de
irracionalidad y violencia: no son intuiciones ni representaciones: apunta
drásticamente a una totalización subjetiva, expresiva, con una espontaneidad
primitiva, pero claramente sabía y sobre todo, seductora.
Sus trazos
oscilan entre una sensualidad liberada y un intelecto sutil y disciplinado, en
el cual el humorismo y la elegancia, participan siempre de su retórica.
Fazzolari
ha superado sus planteos anteriores, en esta muestra en lo de Alvaro
Castagnino: abandonando un cierto preciosismo de su imágenes, técnicas
hiperrealistas y una construcción de las superficies en términos formales.
Su anterior
ironía de frases hechas, una ironía literaria que enfrentaba a los estereotipos
lingüísticos, ha dado paso a una riqueza simbólica que sostiene con plena
capacidad.
Para
interpretar el nuevo camino de este artista, que integra lo que se ha dado en
llamar la Nueva Imagen Argentina, creemos necesario reconocer algunas pautas
para que este fenómeno, que se produce como resultado de un cambio del país a
partir del último domingo de octubre de 1983, se estudie y analice con un
razonamiento riguroso.
Son
indiscutible identificables ciertas pautas retóricas comunes a este conjunto de
artistas que exhibió recientemente sus obras en París (Juan José Cambre,
Fernando Fazzolari, Gustavo López Armentía, Eduardo Médici, Osvaldo Médici,
Dullio Pierri, Alfredo Prior y Pablo Suárez).
A pesar de
que en los últimos diez años y desde distintas perspectivas, sus caminos se
relacionan con lo que sucedió en el país: su actividad grupal fue consecuencia
de que la comunicación está íntimamente relacionada con el hombre: y la falta
de comunicación, la ausencia (diría Lacan), mostró el retroceso indiscutible
con relación a lo que sucedía en otros centros, donde la libertad fue y es el
partido fundamental del hecho artístico.
Jorge
Glusberg
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EXORCISMOS
Las
visiones pictóricas de Fernando Fazzolari expuestas en Arte Nuevo, Balcarce
1016, parecen oscilar obstinadamente entre lo que puede ser visto y lo que
necesariamente debe permanecer oculto. Bordeando zonas del inconsciente,
cumplen la función de miras hacia el mundo más que de reflejarlo. Por eso hay
en ellas más preguntas que respuestas. Si bien aluden al misterio lo hacen por
la vía de la opacidad y no de la revelación iluminadora de la verdad a través
de un único discurso aceptable.
La visión
“en abismo” de un mundo dado vuelta con un cielo que cayó a la tierra- no
enfrenta a una falta global de significado. Frente a la decadencia del objeto
(y paralelamente del sujeto), se impondrá la valorización de detalles y
fragmentos cuidadosamente iluminados.
Como ocurre
en un sector destacado de la nueva figuración, la retórica desarrollada por
Fazzolari parece generarse en el pensamiento de muerte. También en el juego
–representado por la clásica figura de un caballito de madera- es parte del
mismo pensamiento. Ludus resulta así sinónimo de luctus.
Figuras
recurrentes de escaleras, velas encendidas y pianos unidas a la imagen del agua
como elemento purificador remiten a escenas rituales destinadas a exorcizar el
poder de espíritus hostiles. El hecho pictórico en sí podría ser considerado
parte del mismo intento purificador siendo la pintura un medio particularmente
propicio para anular o detener momentáneamente la angustia del hombre frente a
su finitud.
Elena
Oliveras
ANGELES Y
CABALLOS QUE CAEN EN
“DIVINA
MANÍA”
Angeles que
caen del cielo, caballos de madera que lo siguen, recorriendo la tierra,
hombres y mujeres que buscan el paraíso perdido en las turbias aguas de la
Estiga, más una niña con trenzas que lleva una pierna de maniquí conforman la
colorida coherte de imágenes que Fernando Fazzolari presenta en Arte Nuevo
(Balcarce ) hasta el del corriente. La
muestra se llama “Estigia Divina Manía y quizás algún observador descubra el
pájaro profeta”.