Fernando Fazzolari

Exposiciones

Estigia Divina Manía

Galería Arte Nuevo

1988

PROLOGO

Por Bengt Oldenburg
 
Cuando el mostrar se torna demostrar, cuando un discurso silencioso se torna proyección de ideas, es preciso contrarrestar las ambiciones del pintor con ambiciones interpretativas. La otra alternativa sería quedarse en la modestia –taimado revés de la soberbia- o en una indiferencia que reduce la pintura a su superficie, ignorando el texto subyacente. Saber descifrar la carga de arquetipos y símbolos que congregan las telas de Fernando Fazzolari es necesario para disfrutar en su melancolía pasión, de su humor vehemente, de su sabiduría, en fin, de meticuloso y obsesivo recolector de indicios sobre nuestra situación.
 
Ese caballo, por ejemplo, que arde en sus noches pictóricas, vehículo ctónico, portador del guerrero –Troya, Bucéfalo, Alvear- o del azar –el Derby de Kentucky- : no es inocente; nada menos azaroso que su inclusión como referencia constante. Icaro también, vehículo retórico de la Caída, mito más vigoroso que cualquier religión específica, testimonio de ese mal paso -¿Edén, Bastilla, Sarajevo?- que nos alejó del bosque oscuro y sagrado, de ese jardín sin el cual y en el cual no podemos más vivir.
 
Bosque oscuro de velas encendidas –tema también recurrente- como velatorio, acaso, de ese cielo estrellado con luna que cayó al suelo, se estrelló, a nuestros pies. O tal vez inversión de lo diurno y lo nocturno, reino ese último de los colores, recurso del pintor que –si desesperado- nos representa (y representa) tan sagazmente como el impecable, implacable Fernando Fazzolari.
 
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PELIGROSO EQUILIBRIO
 
Desde un lenguaje común, un pintor argentino mide los bordes de la moda con un mundo figurativo lleno de ecos cotidianos.
 
No es  tan chico, Fernando Jorge Fazzolari nació en Buenos Aires en 1949. Sin embargo, su muestra actual engancha al primer golpe de ojo con lo mas actual de la pintura, esa especie de transvarguardia (enganche internacional, modernidad) que dio, al fin de cuentas, una salida muchos que, apretados por la costumbre de silencio de la dictadura militar, no sabían como salir de la abstracción decorativa y encontraron la vuelta  a las cavernas de la pintura, a pintar como uno se le cante, contra toda retórica, medio como los chicos.
 
No tardo mucho en saberse que esa actitud, cruzada por años  de retórica en la que muchos  quedan en el camino: la mirada lejana de un Kuitca, el estilizamiento algo receptivo de López Armentia, aprecian ser, por ahora, las puntas mas interesantes de esta vuelta al útero.
 
Todo sirve para Fazzolari porque ese código de grandes planos mas o menos suaves, de figurativas primitivamente patéticas es el que plantea en sus cuadros; pero su vez se inscribe con una marca particular, un mundo figurativo lleno de ecos  cotidianos. Ahí están esos caballitos de madera, evocando una infancia en la que se pudo haber jugado a ser el jinete del caballo de troya, o uno de los soldados ocultos  en el caballito dos opciones pero también están esas velas tan bien pintadas no por su realismo, sino por su misterio casi metafísico alineadas en el tamaño justo, invocando algo que acaba de suceder. Son fuertes: algo pasa en los cuadros de Fazzolari, una soga de equilibristas los cruza de punta a punta, estableciendo una tensión que será finalmente explicativa; el equilibrista aparece, por fin, travestido, tal vez bailando sobre hielo, y tiene tres patas, o algo así, porque otra irritante virtud de Fazzolari es esa ambigüedad de las pesadillas, de la poesía.
 
No es extraño que el heroico caballito de la infancia se balancee, ya relevadas sus rueditas o la verdad de sus hamacas otra vez la balanza, el equilibrio, el vértigo termine tal vez arrumbado, oscureciendo por el mundo del circo: la escalera alta que parece nacer de arriba para clavarse. En el centro de la pista y esos hombrecitos los artistas que miran el riesgo, desde abajo. En Fazzolari, la transvarguardia esta pegando la vuelta para este lado, y bien; no seria un atenuante de sus méritos decir que, en los últimos tiempos, el escultor Alberto Heredia ha usado los caballitos de juguete para montar héroes que señalan hacia la oscuridad y Carlos Gorriarena se ha ocupado de instalar, en algunos de sus trabajos , la escenografía del circo como metáfora de la sociedad actual. Eso quiere decir que Fazzolari sabe que una cosa son las modas y otra lo que va  a quedar. (Arte Nuevo, Balcarce 1016, hasta el 16 de Noviembre)
 

Miguel Briante

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FAZZOLARI: LAS DIVINAS MANÍAS.
 
Con el título “Estigia Divina Manía”, Fernando Fazzolari exhibió en la Galería Arte Nuevo sus últimas pinturas, grandes escenas desbordantes de símbolos cuya características principal e su capacidad perturbadora, no exclusivamente originada por la oscilación fantasmal de los personajes y sus contextos, sino porque cada una de ellas, no importa cual sea su carácter, está concebida como un espectáculo. Un espectáculo por añadidura, en el que las leyes de la física se han subvertido  y los cuerpos celestes se mudaron de lugar.
 
Fazzolari tiene una gran capacidad narrativa y un rico e inagotable imaginario que despliega en escenarios múltiples: teatrales (en los que despunta el drama), operísticos (en los que el gesto grandilocuente parodia a los sentimientos) y titiriteros (donde la algarabía del acontecimiento esta teñida de memoria y recuerdos). Emerge así un texto que actualiza el problema espacial de la pintura y que se descifra en la materia, a la cual Fazzolari empasta con originalidad, lo que le permite hacer vibrar al tono con variados registros.
 
Las formas de sus personajes, como la de los elementos que constituyen sus escenas, son barrocas en su movimiento y deformadas por este. Tanto unos como otros tienen rasgos espectrales y jamás terminan de afirmarse en lugar alguno. En todo y sobre todo parece ceñirse la mirada del pintor analizando el suceso como una pertenencia renuente, moviendo a los personajes hasta llevarlos al borde del desequilibrio. Es que Fazzolari fuerza la situaciones como una manera de conferir cierta grandeza a lo que acontece. No son meras escenas humanas, sino conflictos entre sentimientos arquetípicos. tampoco estos conflictos mantienen los límites tradicionales, porque no se plantean ni se exhiben en una determinada realidad, sino en el ámbito de una convención, en este caso: la escena. Una escena imaginada donde todo es válido y los resultados imprevistos.
 
Como pintor de raíz neoexpresionista, Fazzolari acompaña sus telas con ciertos toques de irracionalidad y violencia: no son intuiciones ni representaciones: apunta drásticamente a una totalización subjetiva, expresiva, con una espontaneidad primitiva, pero claramente sabía y sobre todo, seductora.
 
Sus trazos oscilan entre una sensualidad liberada y un intelecto sutil y disciplinado, en el cual el humorismo y la elegancia, participan siempre de su retórica.
 
Fazzolari ha superado sus planteos anteriores, en esta muestra en lo de Alvaro Castagnino: abandonando un cierto preciosismo de su imágenes, técnicas hiperrealistas y una construcción de las superficies en términos formales.
 
Su anterior ironía de frases hechas, una ironía literaria que enfrentaba a los estereotipos lingüísticos, ha dado paso a una riqueza simbólica que sostiene con plena capacidad.
 
Para interpretar el nuevo camino de este artista, que integra lo que se ha dado en llamar la Nueva Imagen Argentina, creemos necesario reconocer algunas pautas para que este fenómeno, que se produce como resultado de un cambio del país a partir del último domingo de octubre de 1983, se estudie y analice con un razonamiento riguroso.
 
Son indiscutible identificables ciertas pautas retóricas comunes a este conjunto de artistas que exhibió recientemente sus obras en París (Juan José Cambre, Fernando Fazzolari, Gustavo López Armentía, Eduardo Médici, Osvaldo Médici, Dullio Pierri, Alfredo Prior y Pablo Suárez).
 

A pesar de que en los últimos diez años y desde distintas perspectivas, sus caminos se relacionan con lo que sucedió en el país: su actividad grupal fue consecuencia de que la comunicación está íntimamente relacionada con el hombre: y la falta de comunicación, la ausencia (diría Lacan), mostró el retroceso indiscutible con relación a lo que sucedía en otros centros, donde la libertad fue y es el partido fundamental del hecho artístico.

Jorge Glusberg

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EXORCISMOS

Las visiones pictóricas de Fernando Fazzolari expuestas en Arte Nuevo, Balcarce 1016, parecen oscilar obstinadamente entre lo que puede ser visto y lo que necesariamente debe permanecer oculto. Bordeando zonas del inconsciente, cumplen la función de miras hacia el mundo más que de reflejarlo. Por eso hay en ellas más preguntas que respuestas. Si bien aluden al misterio lo hacen por la vía de la opacidad y no de la revelación iluminadora de la verdad a través de un único discurso aceptable.

 

La visión “en abismo” de un mundo dado vuelta con un cielo que cayó a la tierra- no enfrenta a una falta global de significado. Frente a la decadencia del objeto (y paralelamente del sujeto), se impondrá la valorización de detalles y fragmentos cuidadosamente iluminados.

Como ocurre en un sector destacado de la nueva figuración, la retórica desarrollada por Fazzolari parece generarse en el pensamiento de muerte. También en el juego –representado por la clásica figura de un caballito de madera- es parte del mismo pensamiento. Ludus resulta así sinónimo de luctus.

Figuras recurrentes de escaleras, velas encendidas y pianos unidas a la imagen del agua como elemento purificador remiten a escenas rituales destinadas a exorcizar el poder de espíritus hostiles. El hecho pictórico en sí podría ser considerado parte del mismo intento purificador siendo la pintura un medio particularmente propicio para anular o detener momentáneamente la angustia del hombre frente a su finitud.

Elena Oliveras

 

ANGELES Y CABALLOS QUE CAEN EN

“DIVINA MANÍA”

Angeles que caen del cielo, caballos de madera que lo siguen, recorriendo la tierra, hombres y mujeres que buscan el paraíso perdido en las turbias aguas de la Estiga, más una niña con trenzas que lleva una pierna de maniquí conforman la colorida coherte de imágenes que Fernando Fazzolari presenta en Arte Nuevo (Balcarce ) hasta el  del corriente. La muestra se llama “Estigia Divina Manía y quizás algún observador descubra el pájaro profeta”.