MOSQUITOS:
grandes, perversos, astutos, inevitables.
Si
alguien vive frente al río en plena ciudad, como es mi caso, tendrá garantidos
a siempre estos inquilinos tan inevitables como grandes, perversos y astutos.
Sí,
además, es susceptible a las picaduras de consecuencias alérgicas, deberá tomar
las prevenciones necesarias: en el estatuto Moderno, las espirales, hoy en
pleno fermento Postmodernista, las máquinas eléctricas Vape.
Sí, en
los trazos y trazas de Fernando Fazzolari los mosquitos han decidido tornarlo
todo en su obesidad antiparlamentaria: sillones, mosquito, bañeras mosquito,
batacianas mosquito, chaisseongue mosquito,etc. Entonces, estamos al borde de
verificar que ya no podremos detener la marcha de estos minúsculos insectos
jóvenes y confiados, a los que se evita con un simple papirotazo.
Estas
criaturas que llegan al habitáculo del artista "sedientas como muchachas
campesinas tan unidas como un equipo de fútbol; invasores monstruosos, carentes
de majestad; son como una plaga bíblica con anteojos invertidos".
(Faulkner).
Fazzolari,
en plena metafórico mosquiteril ha decidido levantar a título defensivo el
mosquitero pictórico, y se lanza pincel en mano hacia las murallas abiertas de
su taller, para invitar a tan prestigiosas criaturas a que se instalen donde
quisieren de su lugar, pan-artístico.
Frente a
semejante invitación, estos bíblicos insectos alados toman una decisión;
convivir y combinarse con el mobiliarío, sin negar la posibilidad de
antropomorfizarse.
Claro
está, que el artista los está mirando con los anteojos invertidos y los escucha
con las orejas de madera. Es decir, que no los veía con sus alas zumbonas ni
escuchaba sus sirenas ruidosas y exhibicionistas. Luego, el pintor atrapado por
el batir de alas y el minúsculo cuerpo cargado con la única cápsula de
hemoglobina y la blandura oculta en el vello, alzó su mano y otorgó el contorno
a olvidadas formas del vuelo que sentó en sillones, bañó en bañeras, hospedó en
gestos trasvertidos.
Formas
astutamente tejidas más allá del sueño en plena vigilia saliendo del caos.
Formas que tal vez correspondan al sueño del pintor, pero simbólicamente se
reintroducen en otro cuerpo, el del alma asustada por la fatuidad de las
burlas.
Esto
determinó que surgieran otros zumbidos, ¿como hacerlos visibles? El artista
está harto de pensar, tiene que hacer posible que sevea lo pensado. Ese es su
desafío. Si todo estaba informe, en plena ausencia de forma, al única
posibilidad es rescatar de la no representación el concepto de Figura. Si la
palabra ha caducado, el pintor cambia su lengua por los pelos del pincel.
"Los
mosquitos a la Fazzolari", surgen en lo interno de la representación y en
lo representable; en contra de la consolación de las "buenas formas";
en la estrategia del gusto que hace posible sentir e individualizar el deseo de
lo imposible; aquello que ya a la búsqueda de nuevas representaciones, no para
consumirse en un aleteo-goce, sino para afirmar el sentido de que existe una
situación no representable, y el aproximarse a una metafórical cierta tan falsa
como verdadera.
Miles de
individuos y un solo individuo -mosquito, entre el lenguaje artístico y la
hipótesis crítica, testimonian el concepto de la figura que surge de otros
tantos simulacros reductivos de slujeto- artista, más allá de los semáforos
inventados por el supuesto mercado del arte.
Hoy,
para el artista es muy difícil moverse en los parámetros de actualidad, elegir
una idea que permita el viraje de la naturaleza a la cultura visible sin tener
que confrontarla con los datos ¿contrabandeados a la situación emergente?
Mosquitos
a parte, la obra de Fazzolari está inmersa en un debate que no tiene límites
establecidos, que organiza los signos y las pausas de su procedimiento en un
espacio tormentoso y de acciones mentales en permanente reconstrucción y pasaje
de ideas sin excluir las pasiones, como promesa infinita.
Carlos Espartaco
Julio de 1985