Lezama
Croquiseros Urbanos
Nací
y me crié en San Telmo.
El
parque Lezama era un territorio de magia, aventura y emoción.
Y
era siempre mi destino sin deberes.
Hasta
casi grande.
Y de grande también.
Pasando
por el mercado para comer un cucurucho de dulce de leche.
La
plaza Dorrego era una plaza seca.
La
barranca del parque, hoy retenida por un cruceiro gallego, era una forma de la
infancia que nos permitía conocer una forma del principio de aceleración.
El
anfiteatro tenía una gran pileta con peces de colores.
Nuestras
voces eran los coros griegos.
Las
lobas eran romanas y Rómulo y Remo a veces estaban, otras no.
Rin
raje
Noches
rusas vigilaban ortodoxamente nuestras guitarras
Pintando
la fuente de Brasil y Paseo Colón gané un premio de un concurso de
manchas a donde me mandó el colegio.
Es la fuente de Neptuno y una náyade cualquiera, total él las tenía a
todas en su espuma.
Me dieron colores y papeles como premio.
Nunca
olvidare esa fuente….
En
la fuente de Brasil y Paseo Colón se bañarían luego Anita Eckbert e Isabel
Sarli.
Los
saltimbanquis arrojan monedas de plata de espaldas para rogar fortuna.
Sandokán
se escondía entre las palmeras de la calle de los copones.
Atracaba
con su perla de Labuan debajo del portaviones de la confraternidad
argentino uruguaya.
Y Evita era capitana.
El
Llanero Solitario perseguía bandoleros en un caballo blanco de la última
calesita del sur
Dante
Emiliozzi y Ruben Roux tenían carritos de rulemanes y corrían carreras en la
segunda pendiente.
Diana
fugitiva relataba desde su templete de hornero las alternativas de la carrera.
Alejandra Vidal Olmos y Martin se enclavaban en una novela de héroes y
demasiadas tumbas y arrastraban los restos de Lavalle por la quebrada del
museo.
El
teatro en sus noches se servía en la explanada que da
a Martín García, así la música y esas noches de encuentro.
Estar al borde de la barranca era asomarse a la frontera del tiempo.
Allí
el río, luego mas allá inundación.
Imaginar
sobre el fin de sus barrancas el camino de las carretas sobre el suelo de
toscas.
Hasta
aquí llegaba el río, todo lo que hoy se ve es progreso.
Y las bicicletas no tenían cambios y las cuestas eran cuestas y las
bajadas llenaban los ojos de peligro.
Y
así volví a visitarlo conmigo de la mano.