Fernando Fazzolari

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Escritos

dibujar en la noche

SHIHIT

2016

 

Dibujar en la noche

Había decidido dibujar en la oscuridad con una Tablet y en un soporte con fondo de “un papel” del color de una cueva para evitar el blanco resplandor dominante de la pantalla habitual.

El cuerpo de Titania era casi una sombra más entre las sombras. Había leído un texto sobre el tacto, El Sentido Olvidado de Pablo Maurette, editorial Mardulce que citaba a Luxordio un escritor griego poco divulgado que contaba las destrezas de un ciego.

(El exordio de la luz tal vez… un apócope quizá ahora pienso, lux es luz y exordio es la introducción o explicación con que se introduce un discurso hablado o escrito para llamar la atención o preparar el ánimo del oyente o lector. Principio u origen de algo.)

Para ese entonces, un artista había inmortalizado en un dibujo un guerrero con ojos en las manos por sus destrezas con la lanza y el sable.

 El ciego  afirmaba que eran tantos los ojos que él tenía que de alguna manera no envidiaba los del guerrero.

Un principio de impugnación al opticentrismo de occidente que de alguna manera había subordinado el resto de los sentidos a lo visual.

La tableta apenas se disimulaba en la noche que envolvía a la modelo, elegí un color cálido para que ni siquiera una línea blanca interrumpiera el silencio de las tinieblas del momento.

Casi un naranja morado que se envolvía muy bien en la tierra de sombra del fondo

 

El esfuerzo visual era grande, reconocer formas desde una luminosidad mínima que se filtraba por algún lugar, las líneas de su cuerpo eran muchísimo menos nítidas que  aquellas que se manifestaban cuando se la dibujada desde la luz de una vela lejana.

 

De pronto, el golpe del lápiz sobre la tableta registrando como esbozos los trazos sonaba en el espacio como los golpes del bastón de un ciego en un camino de piedras en un monte. 

No era el compás habitual del  bastón recorriendo los umbrales de una calle o sus cordones. Eran golpes azarosos en diferentes lugares, percibiendo piedras, ramas, tierra, hojas, diferentes oquedades.

 

Y al mismo tiempo en la pantalla se iban reflejando las leves curvas y los pliegues de una humanidad también en oscuridad y silencio.

“El tacto es el único sentido que no podemos perder, porque perderlo significa dejar de ser persona para volverse carne.

 

Resulta sólo un cadáver sobre la mesa del teatro anatómico: un espectáculo didáctico no sólo con un brutal memento mori, sino habiendo aprendido una valiosa lección acerca las verdaderas leyes que rigen la vida del hombre: las leyes de la física.

 

Si todo es cuerpo y el cuerpo es, fundamentalmente, divisible, lo que queda son pedazos y texturas.”

 

Rescato entrecomilladas algunas frases más del libro como quien rescata algunos trazos.

 

La obra que resulta creo tiene más valor como fenómeno de percepción que como obra.

Ahora bien, un brazo de Titania había quedado apoyado sobre su esternón, y en puño se hundía en su garganta.

 

Hubiera podido cambiar de posición. Nada se lo exigía hasta ni hubiera sido percibido casi.

 

Pero el bastón del  lápiz del ciego percibía que esa angustia era más que la incomodidad postural y apuraba sus trazos para urgir un amanecer que la liberara de sí misma.

 

Un ejercicio urdiendo en  la iluminación, una epifanía tal vez, un satori nuevamente.

 

Se verá en el tiempo su deriva curva.