Dibujar
en la noche
Había
decidido dibujar en la oscuridad con una Tablet y en un soporte con fondo de “un
papel” del color de una cueva para evitar el blanco resplandor dominante de la
pantalla habitual.
El
cuerpo de Titania era casi una sombra más entre las sombras. Había leído un
texto sobre el tacto, El Sentido Olvidado de Pablo Maurette, editorial Mardulce
que citaba a Luxordio un escritor griego poco divulgado que contaba las
destrezas de un ciego.
(El
exordio de la luz tal vez… un apócope quizá ahora pienso, lux es luz y exordio
es la introducción o explicación con que se
introduce un discurso hablado o escrito para llamar la atención o preparar el
ánimo del oyente o lector. Principio u origen de algo.)
Para
ese entonces, un artista había inmortalizado en un dibujo un guerrero con ojos
en las manos por sus destrezas con la lanza y el sable.
El ciego
afirmaba que eran tantos los ojos que él tenía que de alguna manera no
envidiaba los del guerrero.
Un
principio de impugnación al opticentrismo de occidente que de alguna manera
había subordinado el resto de los sentidos a lo visual.
La
tableta apenas se disimulaba en la noche que envolvía a la modelo, elegí un
color cálido para que ni siquiera una línea blanca interrumpiera el silencio de
las tinieblas del momento.
Casi
un naranja morado que se envolvía muy bien en la tierra de sombra del fondo
El
esfuerzo visual era grande, reconocer formas desde una luminosidad mínima que
se filtraba por algún lugar, las líneas de su cuerpo eran muchísimo menos
nítidas que aquellas que se manifestaban
cuando se la dibujada desde la luz de una vela lejana.
De
pronto, el golpe del lápiz sobre la tableta registrando como esbozos los trazos
sonaba en el espacio como los golpes del bastón de un ciego en un camino de
piedras en un monte.
No era
el compás habitual del bastón
recorriendo los umbrales de una calle o sus cordones. Eran golpes azarosos en
diferentes lugares, percibiendo piedras, ramas, tierra, hojas, diferentes
oquedades.
Y
al mismo tiempo en la pantalla se iban reflejando las leves curvas y los
pliegues de una humanidad también en oscuridad y silencio.
“El tacto es el único sentido que no podemos perder,
porque perderlo significa dejar de ser persona para volverse carne.
Resulta sólo un cadáver sobre la mesa del teatro
anatómico: un espectáculo didáctico no sólo con un brutal memento mori, sino habiendo aprendido una valiosa
lección acerca las verdaderas leyes que rigen la vida del hombre: las leyes de
la física.
Si todo es cuerpo y el cuerpo es, fundamentalmente,
divisible, lo que queda son pedazos y texturas.”
Rescato entrecomilladas algunas frases más del libro
como quien rescata algunos trazos.
La obra que resulta creo tiene más valor como fenómeno
de percepción que como obra.
Ahora bien, un brazo de Titania
había quedado apoyado sobre su esternón, y en puño se hundía en su garganta.
Hubiera podido cambiar de posición. Nada se lo exigía
hasta ni hubiera sido percibido casi.
Pero el bastón del
lápiz del ciego percibía que esa angustia era más que la incomodidad
postural y apuraba sus trazos para urgir un amanecer que la liberara de sí misma.
Un ejercicio urdiendo en la iluminación, una epifanía tal vez, un
satori nuevamente.
Se verá en el tiempo su deriva curva.